Entre la mirada y una flor, el paisaje | Por Mariana Robles
Las artes ópticas nacen del ojo y solamente del ojo. Jules Laforge
Julia Romano presenta una nueva propuesta de paisajes, series de sorprendente complejidad visual, donde la fotografía se combina con el collage, el dibujo y la pintura. En esta ocasión la artista cita a través de sus imágenes e intervenciones fotográficas, diferentes pinturas y artistas paradigmáticos del arte, tanto de Occidente como de Oriente. Una particular concepción del paisaje se trasluce en los velos y ondulaciones de sus cuadros; una radical fusión entre su subjetividad artística y la naturaleza como matriz misteriosa de la representación paisajística. Su mirada abarca la totalidad del horizonte y entre las formas que escapan a la razón, Romano recorre las fisuras irreductibles de lo real. Componiendo una escala y sintonía de diversas especies florales logra escapar a la retícula como escala única de lo visible, la cuadrícula que según Rosalind Krauss pervive desde el renacimiento hasta las vanguardias. La medida de su espacio comprende inmediaciones más barrocas y espiraladas como módulos incipientes para una ciencia de lo bello.
Romano interviene un conjunto de pinturas entre las que se encuentran los autores Utagawa Hiroshige, Alessandro Magnasco, Claude Monet, Thomas Gainsborough y Henri Vinet. Un cúmulo de obras no representativas del paisaje tradicional, por el contrario, cada una de ellas construye un universo con leyes propias. Las coordenadas espacio temporales proyectan la medida de cada subjetividad y no las reglas apriorísticas reguladas por el
pensamiento científico. Recordemos que el origen del paisaje como orden estético del mundo circundante se encuentra ligado a la poesía y a la pintura, conjuntamente con los principios de observación científica. Mientras que la última presenta síntomas de objetividad y distanciamiento con la naturaleza, las obras recogidas por Romano, del período que va desde mediados del siglo XVI hasta principios del siglo XX, configuran un sistema de opacidad frente a los límites de la visión. En cada obra se encuentra esbozado un diagrama invisible que sustenta lo visual y que afirma la garantía de los sentidos frente a las incertidumbres de la filosofía y la ciencia. El hombre se encuentra estrechamente vinculado a la naturaleza y en ella halla proyectados sus propios sentimientos y emociones; en cada recoveco de un jardín, en cada vegetación marchita o en cada ola que el mar agita. Así el espíritu se eleva y se contrae con las manifestaciones delatoras del mundo de las flores y las hojas, de las piedras y las tormentas.
La contemplación es el espacio de reflexión que reúne la mente con la visión y a su vez con el mundo exterior. El artista es incapaz de dominar u ordenar la naturaleza, él se doblega frente a su majestuosidad y su infinitud, pero también se reconoce y se piensa en cada rama florecida y en cada montaña nevada. Romano contempla los paisajes en el archivo infinito del arte pictórico y con su intervención nos ofrece las imágenes que su experiencia proyecta. Cada experiencia es un catálogo y cartografía completa de lo visual, como las leyes ocultas que Monet buscaba en la luz o que
La artista con esta serie de fotografías, escribe con líneas y planos el movimiento de su interioridad frente a la inmensidad, obteniendo una literatura de visibles emanaciones y profusas invenciones. Para comprender su visualidad hay que detenerse en las lejanías de la imagen y observar esa totalidad caótica pero también acercarse y focalizar en los detalles que configuran un jardín, un túnel o una barranca. Mínimas pretensiones de inmensidad que se reducen a las nervaduras de una hoja y al celeste inmutable de un cielo brillante. Magnasco presiente en las ruinas como metáfora de lo humano.
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Between the viewer and a flower, the landscape (Fragments from the original text by Mariana Robles, 2011 – Cordoba, Argentina)
Julia Romano, through her images and photographic interventions, quotes different works of art by paradigmatic artists both from the Eastern and Western world. A meaningful conception of landscape glimpses out of the veils and volutes in her work. A radical blend between her artistic subjectivity and nature, seen as the mysterious matrix of landscape representation.
Her eyes embrace the whole horizon, and among the shapes that do not conformed to reason, Romano visits the irreducible nooks of reality.
The artist picks out from the endless archives of landscape painting, and by means of her intervention she offers the images that her experience projects. Each experience is a catalogue and complete cartography of the visual, like the hidden laws that Monet looks for in daylight or that Magnasco foretells in the ruins, as a metaphor of what is human.
To understand her view point it is important to focus on the furtherness of the image as well as the details that make up a garden, a tunnel or a ravine; humble samples of the immensity to be discovered in the nervation of leaves as well as in the immutable blueness of a clear sky.
Mariana Robles reside en Córdoba desde el año 1998. Estudió Bellas Artes y Filosofía. Publico los libros de poesía “Línea de Atlas” (Editorial Alción, 2010) y “El árbol de los reflejos” (Ediciones de la Biblioteca Córdoba, 2013). Como artista visual ha realizado diferentes exposiciones. En la actualidad trabaja en el área de investigación del Museo Caraffa y escribe textos sobre arte en diferentes publicaciones. Contacto: marianroble@yahoo.com.ar | http://textosmarianarobles.blogspot.com.ar/