En esta serie la fotografía se combina con el collage, la pintura y el dibujo. En esta ocasión cito a través de mis obras, diferentes pinturas de artistas de otros tiempos y se hace presente una particular concepción del paisaje donde se fusionan mi subjetividad artística con la representación histórica del paisaje.
Entre la mirada y una flor, el paisaje (Fragmentos del texto original de Mariana Robles- Julio 2011, Córdoba, Argentina)
Julia Romano cita a través de sus imágenes e intervenciones fotográficas, diferentes pinturas y artistas paradigmáticos del arte, tanto de Occidente como de Oriente. Una particular concepción del paisaje se trasluce en los velos y ondulaciones de sus cuadros; una radical fusión entre su subjetividad artística y la naturaleza como matriz misteriosa de la representación paisajística. Su mirada abarca la totalidad del horizonte y entre las formas que escapan a la razón, Romano recorre las fisuras irreductibles de lo real.
La artista contempla los paisajes en el archivo infinito del arte pictórico y con su intervención nos ofrece las imágenes que su experiencia proyecta. Cada experiencia es un catálogo y cartografía completa de lo visual, como las leyes ocultas que Monet buscaba en la luz o que Magnasco presiente en las ruinas como metáfora de lo humano.
Con esta serie de obras, Romano escribe con líneas y planos, el movimiento de su interioridad frente a la inmensidad, obteniendo una literatura de visibles emanaciones y profusas invenciones. Para comprender su visualidad hay que detenerse en las lejanías de la imagen y observar esa totalidad caótica pero también acercarse y focalizar en los detalles que configuran un jardín, un túnel o una barranca. Mínimas pretensiones de inmensidad que se reducen a las nervaduras de una hoja y al celeste inmutable de un cielo brillante.
Postales de lugares imposibles (Fragmento del texto/ entrevista original de Javier Mattio para La Voz del Interior- Febrero 2012, Córdoba, Argentina)
En un principio, el simple acto de arrojar la mirada hacia un horizonte cualquiera predispone al testigo de turno a encontrarse con un paisaje; supuesto que la muestra “Paisajes prestados” de Julia Romano (Carlos Pellegrini, Santa Fe, 1978) se encarga de desmentir, demostrando que ese acto en realidad nunca es tan “simple”, y que ese paisaje puede bien no ser un “paisaje”.
La muestra, exhibida por estos días en el Genaro Pérez, se compone de collages digitales trabajados en distintas capas en los que el plano de un paisaje de fondo (“prestado” de obras paisajísticas clásicas) se ve intervenido por detalles frutales o florales en primer plano (motivos tomados a su vez de viejos empapelados europeos) y éstos a su vez cubiertos por una superficie táctil de vinilo brillante, que imprime un contraste visual sutil frente al fondo mate.
Así y todo, la densidad visual de tanto proceso recargado culmina en un resultado gráfico agradable, con cierta tendencia al preciosismo, al gusto por el detalle y el decorado, una noción artificial y caprichosa de lo que es en verdad un “paisaje” o su “belleza”.
“Hay una mezcla entre lo que uno espera de la representación y este juego subjetivo mío”, dice la artista, que a través de las citas en sus obras establece un paralelismo con los antiguos creadores de lo que hoy culturalmente se entiende por “paisaje”: “Los ‘Paisajes prestados’ se llaman así porque los tomé de pinturas del 1700 y del 1800, algunas orientales y otras de distintos artistas europeos, como Thomas Gainsborough y Claudio de Lorena”.
“Ellos inventan el paisaje”, agrega. “Si bien sus pinturas parecen realistas, lo cierto es que las acomodan a su gusto, que es lo mismo que yo hago. Yo retomo esa tradición y juego con ella: mezclo siluetas, repito, copio, pego y dibujo sobre esas obras “prestadas”’.
En el fondo, la búsqueda de Romano en torno al paisaje se remonta a una lejana indagación sobre el concepto de belleza: “Yo pensaba que la naturaleza era bella por sí misma, pero es la mirada del hombre la que lo hace así, hay una incidencia del ser humano en esa belleza –explica–. Yo en todo caso empujo hacia los límites esa naturaleza ‘bella’, como hace Claudio de Lorena que acomoda el árbol con la ruina y el lago y la gente tomando sol. Entonces yo hago convivir el cielo con un atardecer y un degradé muy armonioso, exagero el embellecimiento”.
La incursión de “Paisajes prestados” deviene de un proceso también presente en la muestra, el de los “Paisajes construidos”, donde Romano aún trabajaba con fotos suyas como materia prima, que remiten a sus primeros contactos con el género: “Son fotos de la Pampa húmeda, de los campos al lado de la ruta. Soy santafesina pero viví mucho tiempo en Villa María, y el viaje entre Villa María y Córdoba ha sido parte de mi vida, ese paisaje se ve en mi obra”.